Descripción

En un lugar donde me enamoraba cada día. Donde el sol me hizo darme cuenta de la fuerza de mi cuerpo. Un lugar donde existe un equilibrio entre la vida y la muerte.
Me acostumbré al movimiento de la vida, donde no hay descanso que no sea necesario. Algunos de los seres que habitaban este estanque se acostumbraron a mi presencia y yo a la suya. Lo que me permitió llegar al punto de meditación profunda, donde pude sentir el amor por la vida.

La vida por la vida.

Aquí compartí palabras de amor con amigos que venían a visitarme porque sabían que en este pequeño muelle me sentaría a meditar sobre las uniones de nuestra existencia.
Yo que no puedo ser rutinaria, qué rápido me canso de conocer mi calendario. Decidí sumergir en estas aguas inquietas un cuadro que fuera una representación de lo que ocurría en mi espacio individual, mi estudio. Quise colocar este cuadro en el lugar donde surgían mis pensamientos, en el lugar que me hacía sentir más libre, más bella. Decidí convertirlo en un ritual de gratitud. Cada día venía a ver la evidencia del movimiento. ¿Qué nuevos seres habitaban mi cuadro?

¿Saben de mi existencia?

¿Pueden sentir el amor que siento por ellos y por el lugar que habitan?
Después de aproximadamente 10 días de estar sumergido en el estanque, durante días calurosos y lluviosos, decidí extraer este cuadro para convivir con él en el contexto casi exclusivo de la raza humana.
Ahora permanece como un registro del clima y la biodiversidad de ese estanque en Omi, Nueva York, en el año de 2018.